El poeta mexicano David Huerta dará el taller principal de poesía en español en enero de 2019. Conócelo más en esta entrevista exclusiva con Under the Volcano.
¿Qué libros estás leyendo actualmente?
Estoy leyendo varios libros al mismo tiempo, pero trato de concentrarme en la poesía mexicana del siglo XIX, que es algo así como la hermanita fea que sobrevive apenas entre la obra de sor Juana y los poetas modernos.
¿A qué libros regresas una y otra vez? ¿Por qué?
Siempre tengo cerca un ejemplar del Quijote. Y un tomo con poemas de Luis de Góngora. Leer esos poemas y la maravillosa historia inventada por Cervantes es como un baño de sabiduría, de frescura, de inteligencia, de belleza. Por eso los leo continuamente, además de otros clásicos antiguos y modernos.
¿Con cuáles tres escritores —vivos o muertos— te gustaría tomar un café o un trago? ¿Por qué?
Digamos que me gustaría tener conversaciones de sobremesa con Miguel de Cervantes y con Luis de Góngora; también con sor Juana Inés de la Cruz. Pero también me gustaría asistir a una conversación (ser “la mosca en la pared” de ese salón) entre Antonio Alatorre, Gerardo Deniz y Tomás Segovia.
¿Tienes algún talento o pasión además de tu quehacer literario que podría sorprender a la gente?
Creo que soy un ser patética y exclusivamente literario. Hubiera querido ser músico y de niño me moría por ser astrónomo (tuve un telescopio que era mi delicia), pero hace años que no toco la guitarra y aunque suelo mirar hacia arriba, hacia el cielo estrellado o diurno, la vida en la ciudad me obliga a cuidar mis pasos, a mirar hacia abajo, para no tropezarme: así se desvaneció el astrónomo que traía yo dentro y que ojalá no haya muerto del todo.
¿Cuáles tres consejos les darías a otros poetas?
Uno, aprender un poco de gramática y tener nociones de lingüística, además de conocer ciertos principios de la vieja retórica y de la estilística. Eso nunca sobra, aunque luego lo haga uno a un lado y lo rechace. Lo segundo: memorizar cientos y si es posible miles de versos; no hay mejor laboratorio, personal e íntimo, para un poeta, que el de una memoria bien abastecida. Lo tercero: no tomarse en serio nunca y saber tomarlo todo a la trágica, como sin duda lo merece. Parece contradictorio pero no lo es.
¿Cuál es tu rutina de escritor?
Mi rutina es en realidad una no-rutina. Siempre ando con papel y pluma por todos lados, para apuntar ideas u ocurrencias poéticas: en el transporte público, en los taxis, aun en los lugares de trabajo. Si algo se me ocurre, lo apunto de inmediato y luego trabajo ante la computadora cuanto tiempo haga falta. Uno también tiene que aprender a escribir sin escribir: pensando intensamente y grabándose en la memoria frases, palabras, párrafos enteros, estrofas o tiradas de versos. Ejercitar todo el tiempo la memoria es una de los mejores hábitos para cualquier artista. La memoria es la madre del arte.
¿Cuál fue tu momento de mayor desesperación como escritor y cómo saliste de él?
Durante un par de años, después de la adolescencia, en mi primera juventud, tuve dudas muy serias y muy angustiosas sobre si era yo de veras un escritor, un poeta, alguien con una auténtica vocación. Esas dudas resultaron algo así como un extraño puñado de ritos de pasaje para que al final de esa época oscura y desesperante decidiera o aceptara yo que sí, que soy poeta, que me encanta escribir, que no puedo ni quiero ser o hacer otra cosa (además de dar clases de literatura, mi otra pasión).